septiembre 13, 2009

Los deberes de la literatura por Liliana Bodoc

Extracto de la charla en Libros en Olavarría- Septiembre de 2009-publicado en suplemento El Subsuelo Diario El Popular-Olavarría-

La literatura tiene poquísimos pero ineludibles deberes. Los hombres tenemos deberes y la literatura claro que también los tiene. Se cuentan con los dedos de una mano o menos quizás. A mi me parece que uno de los deberes de la literatura es incomodarnos. Es ponernos nerviosos. Es sofocarnos, fastidiarnos, alegrarnos, emocionarnos. Es decir, conmovernos.
Un cuento puede ser cualquier cosa, menos no transformarnos de alguna manera. No es posible que uno entre a un cuento y salga de él exactamente idéntico, sin rasguño ninguno, sin que se le haya movido ni un solo pelo. La literatura está aquí en la tierra para eso. Para hablar de lo que nos preocupa, de los que nos asusta, de lo que necesitamos.
El segundo deber de la literatura tiene que ver con cómo conmovernos. Debe conmovernos, creo yo, a través de la propuesta estética. Debe conmovernos a través de la forma. Y con esto no estoy diciendo que pretendo que hablemos de un texto que no diga nada pero que lo diga bonito. Estoy diciendo que si hablamos de literatura, el contenido se manifiesta a través de la forma. Porque si no nos encontramos, sobre todo en la literatura infantil y juvenil, con textos como deditos extendidos que dicen esto se debe o esto sí, esto no. Y parecen casi casi un extracto de un libro de higiene y puericultura. La literatura no tiene nada que ver con todo eso. La literatura está más cerca del lenguaje poético y del pensamiento lírico.
...Se trata ni más ni menos que de una forma de conocer el mundo, de una forma de entendernos. Por poesía entiéndase que no hablo estrictamente del género poético, sino de una manera de decir, de comprender, que trasciende por mucho lo pragmático. Que trasciende y por mucho lo informativo y lo narrativo, también. Este lenguaje poético, tan ninguneado, bastardeado y tan relegado al rincón de las tías solteronas o de los hippies trasnochados, cuando en realidad es absolutamente necesario e ineludible para que seamos hombres y mujeres. Y para entender el mundo que nos rodea.
Está muy bien, por ejemplo, que al cielo me lo explique un científico o un astrónomo. Pero yo creo que si al cielo no me lo explica un poeta, necesariamente no lo voy a terminar de entender. Yo voy a tener un cielo incompleto. Porque además, mi cielo de todos los días, el cielo que me compete cuando estoy triste, cuando estoy alegre, enamorado o enamorada, cuando me traicionaron, el cielo al que levanto la cabeza, es por mucho el cielo de los poetas y no el cielo de los físicos.
No conocer esa palabra que llega desde la emoción, desde la intuición, es perdernos una gran parte de la realidad. Volvamos a poner en su categoría de conocimiento a la poesía entendida como eso: modo de conocer y conocernos.
Considero que el último deber de la literatura es actuar sobre las sociedades y las personas, exactamente igual que actúan los monstruos. Una literatura es un hecho monstruoso. A veces cuando uno dice monstruo piensa en un bicho feo. En un mamarracho. Y sin embargo un monstruo, al menos en términos sociales y antropológicos, es nada más y nada menos que " el otro". Que me asusta solamente porque es distinto a mí. El monstruo aparece en las sociedades para decirnos "hey, no están solos, acá estamos nosotros y nos van a tener que respetar. Y no somos tan malos como parecemos. Solamente somos distintos"
La primera reacción es el susto y después si puedo lo elimino. Pero la literatura debe mostrarnos al otro, abrirnos ventanas. Son más ventanas que espejos, siempre.
Conmover, problematizar, fascinar. La literatura no demuestra. No es un teorema. Sólo fascina.